Cualquier empresa o autónomo, al desarrollar su actividad económica, se relaciona con clientes. Pero esta relación no está exenta de riesgos ya que, los empresarios entregan bienes o servicios a sus clientes aplazando el cobro de los mismos, estando muy extendido y generalizado en cualquier sector y empresa.
Pero claro está, el empresario que dilata el cobro de sus facturas asume un verdadero riesgo de, por un lado, asumir morosidad de las mismas, esto es, el retraso en el cobro de dichas facturas, y de otro lado, sufrir el impago de estas, o lo que es lo mismo, no llegar a cobrarlas, perdiendo no solo el beneficio teórico que le hubiera comportado la operación comercial, sino asumiendo las pérdidas correspondientes a la imputación de todos los costes asociados a dicha operación.
En el proceso de la actividad comercial, una vez alcanzada la fecha de vencimiento de la factura, lo primero que se produce es el retraso del pago de la misma, para posteriormente, un porcentaje de las mismas quedar como impagadas.
En el año 2019 se ha producido un acusado aumento de la morosidad interempresarial (pagos B2B), al estar incrementándose los impagados de créditos comerciales y está aumentando el plazo de pago de los clientes en el B2B.
Adicionalmente, los resultados del último Barómetro de Prácticas de Pago difundido por Crédito y Caución, muestran que en 2019 aumenta de forma importante la morosidad y de los niveles de impago de las empresas españolas en sus operaciones de crédito comercial. El Estudio de Riesgo de Crédito (ERC, auspiciado por Iberinform y Crédito y Caución) muestra que el porcentaje de empresas que sufre graves impagos creció por segundo año consecutivo.
Ahora más que nunca es necesario implementar procesos y mecanismos de control de la morosidad, blindándose ante los impagos.
Fundador e inversor en REDCLAIMER LEGALTECH